El flamenco es una de mis especies favoritas desde un punto de vista. Las formas de su cuerpo me parecen tremendamente elegantes y sus colores una exquisita combinación de tonalidades que se incendian cuando la luz del sol está baja. Ver despegar una bandada de flamencos de un humedal, al amanecer o al atardecer es uno de los grandes espectaculos de la naturaleza. Los tonos carmesí de las infracobertoras alares se ven a estas horas del día mucho más intensos ya que la luz predominate es rica en longuitudes de onda larga, o lo que es lo mismo, en color rojo. Al presenciar este espectáculo es fácil comprender porque en la antiguedad a esta especie se la asociaba con el mítico ave Fénix capaz de renacer de sus propias cenizas. Y es que cuando los flamencos despegan, impregnando el aire fresco de la mañana de con sus sonoras vocalizaciones, parece que lo hicieran entre fueguinas y mágicas llamaradas.