Nikon D300 AFS Nikkor 500VR+1,4X-TC, exposición manual, a pulso desde el coche (encuadres entre 12 y 9,5 Mp) Las aves de color blanco son especialmente agradecidas a la hora de fotografiar a contraluz, sobre todo, al amanecer y al atardecer cuando los rayos solares que atraviesan sus alas blancas se convierten en cálidas transparencias -anaranjadas o rosadas- y las sombras del plumaje adquieren tonalidades frías -azuladas o violáceas-. Es el contraste entre los tonos cálidos y los fríos o lo que es igual, la complementariedad de los colores, lo que hace que el ojo humano sienta atracción. Nada nuevo que no supiera Van Gogh o cualquiera que haya pintado un poco, aunque es cierto que el genio holandés llevó al extremo el uso de colores complementarios para imprimir fuerza a sus obras. En esto de cocinar colores, no hay mejor receta que poner en vecindad a los azules y a los amarillos. Por supuesto, los contrastes de color que se consiguen al fotografiar aves blancas a contraluz y en clave alta son mucho más sutiles y suaves que las obras impresionistas pero el efecto de realce es similar. En este asunto, sin lugar a dudas, las aves de plumaje oscuro pierden por goleada y raramente pueden generar los sutiles tonos de color de las aves blancas.
Las garcetas grandes, aparte de una elegancia exquisita, tienen esa cualidad alba en las plumas que las hace idóneas para ser fotografiadas en clave alta pero, a pesar de que se trata de una especie en expansión y de que me había imaginado muchas veces este tipo de fotos, nunca había tenido buenas oportunidades para fotografiarlas hasta que, de repente, un día pareció como si todas las garcetas grandes y comunes del entorno se pusieran de acuerdo y posaran a la distancia justa y con la luz deseada y yo, por supuesto, les hice todos los honores ;-)