Todo lo bueno se acaba y mis vacaciones no iban a ser menos así que ya estoy de vuelta a la realidad cotidiana de la oficina: el papeleo, los viajes en tren, madrugones, aplicaciones corporativas, reuniones y los menús de cafetería (que por muy buenos que sean, siempre terminan siendo infumables a fuerza de repetir. Lo de que el roce hace el cariño no se aplica a la comida de la Cafetería Módena). Pero el trabajo es bueno, más aún en estos días de crisis, y los compañeros y compañeras son muy majos. Dicen que estas crisis postvacionales pasan en unos días pero yo juraría que la depresión que tengo ahora mismo me es muy familiar (sospecho que es una prolongación de la del año pasado!).
Una de mis compañeras intenta consolarme con un “Lo bueno, si breve, doblemente bueno”. La miro a los ojos y le digo, muy serio: “Ay, como se nota que aún no te has ido de vacaciones”. Tras un breve repaso a las cosas que son buenas y que no nos gustan que sean breves, llegamos a la conclusión de que esa filosofía es inaceptable.
Pero, cambiando de tercio, tengo que decir que las oportunidades fotográficas que me brindó el verano han sido muy buenas y he vuelto con mucho material. Ahora solo necesito tiempo para procesarlo aunque algunas fotos ya han salido del horno digital.
Estos fumareles comunes, calentitos, calentitos, son el resultado de una tarde en las Salinas de San Pedro del Pinatar, a última hora del día y con una luz mágica aunque muy complicada de manejar.
Encontré un grupo de unos seis o siete fumareles con una luz bastante especial. El sol se estaba poniendo detrás de los fumareles y su luz rojiza se filtraba a través de una cortina resultado de una mezcla de nubes y humedad rezumante de las tablas de agua saturada de sal. El viento soplando de cara a las aves y los patrones de vuelo repetitivos, siguiendo la misma rutina una y otra vez casi a la misma distancia, eran ventajas para fotografiar (el vuelo se ralentiza, los picados a la superficie del agua se hacen de cara y se puede preenfocar… más o menos).
Las dificultades venían dadas por la falta de contraste, la rápida disminución de la luz, el uso de una ISO alta, la casi imposibilidad de sobreexponer adecuadamente, el uso de un teleconvertidor y las texturas del fondo que atraían el foco de la cámara como un imán.
Tras varios intentos usando opté por una configuración determinada (un solo sensor de AF, modo continuo, ráfaga, AF-lock desactivado, AF-On activado con el pulgar, activación repetida del AF-On cada dos segundos como máximo y limitador de enfoque activado en el objetivo) y un preenfoque a la zona dónde estimaba que iba a pasar el ave. Esto se consigue preenfocando la zona dónde esperamos que esté el ave o, lo que es igual, enfocando sobre la superficie del agua unos metros por delante de la trayectoria de vuelo y justo bajo la vertical del punto por el que debería pasar el ave. Obviamente, sólo se puede hacer con trayectorias predecibles, como era el caso. Aunque no se consiga acertar en el punto exacto (mucha suerte y casualidad, por supuesto) es fácil preenfocar muy, muy cerquita de por dónde pasará el ave por lo que la adquisición de foco sobre ésta va a ser mucho más efectiva una vez que volvamos a pulsar el botón de enfoque, con suerte, casi instantánea. Al final de la tarde, aproximadamente un 30% de las fotos estaban a foco y, de estas, un puñado tenían una pose buena, algunas de las cuales muestro aquí. La pena es que las condiciones de luz fueran tan escasas y que el ISO alto reduzca un poco la definición de las fotos pero, esto es lo que hay, los fumareles vuelan en esa zona a esa hora y si quieres capturar ese comportamiento ha de ser con la luz que hay que, por cierto, a mí me pareció mágica.
Respecto al procesado no hay mucho que decir, distintos niveles de recorte, aunque suficientes para una buena impresión en papel, corrección de la temperatura de color (los RAW salen demasiado azulados en esa condiciones, nada que ver con la luz original), reducción de ruido en el fondo y enfoque sobre el ave, modo sRGB y saturación a mí gusto.
Una de mis compañeras intenta consolarme con un “Lo bueno, si breve, doblemente bueno”. La miro a los ojos y le digo, muy serio: “Ay, como se nota que aún no te has ido de vacaciones”. Tras un breve repaso a las cosas que son buenas y que no nos gustan que sean breves, llegamos a la conclusión de que esa filosofía es inaceptable.
Pero, cambiando de tercio, tengo que decir que las oportunidades fotográficas que me brindó el verano han sido muy buenas y he vuelto con mucho material. Ahora solo necesito tiempo para procesarlo aunque algunas fotos ya han salido del horno digital.
Estos fumareles comunes, calentitos, calentitos, son el resultado de una tarde en las Salinas de San Pedro del Pinatar, a última hora del día y con una luz mágica aunque muy complicada de manejar.
Encontré un grupo de unos seis o siete fumareles con una luz bastante especial. El sol se estaba poniendo detrás de los fumareles y su luz rojiza se filtraba a través de una cortina resultado de una mezcla de nubes y humedad rezumante de las tablas de agua saturada de sal. El viento soplando de cara a las aves y los patrones de vuelo repetitivos, siguiendo la misma rutina una y otra vez casi a la misma distancia, eran ventajas para fotografiar (el vuelo se ralentiza, los picados a la superficie del agua se hacen de cara y se puede preenfocar… más o menos).
Las dificultades venían dadas por la falta de contraste, la rápida disminución de la luz, el uso de una ISO alta, la casi imposibilidad de sobreexponer adecuadamente, el uso de un teleconvertidor y las texturas del fondo que atraían el foco de la cámara como un imán.
Tras varios intentos usando opté por una configuración determinada (un solo sensor de AF, modo continuo, ráfaga, AF-lock desactivado, AF-On activado con el pulgar, activación repetida del AF-On cada dos segundos como máximo y limitador de enfoque activado en el objetivo) y un preenfoque a la zona dónde estimaba que iba a pasar el ave. Esto se consigue preenfocando la zona dónde esperamos que esté el ave o, lo que es igual, enfocando sobre la superficie del agua unos metros por delante de la trayectoria de vuelo y justo bajo la vertical del punto por el que debería pasar el ave. Obviamente, sólo se puede hacer con trayectorias predecibles, como era el caso. Aunque no se consiga acertar en el punto exacto (mucha suerte y casualidad, por supuesto) es fácil preenfocar muy, muy cerquita de por dónde pasará el ave por lo que la adquisición de foco sobre ésta va a ser mucho más efectiva una vez que volvamos a pulsar el botón de enfoque, con suerte, casi instantánea. Al final de la tarde, aproximadamente un 30% de las fotos estaban a foco y, de estas, un puñado tenían una pose buena, algunas de las cuales muestro aquí. La pena es que las condiciones de luz fueran tan escasas y que el ISO alto reduzca un poco la definición de las fotos pero, esto es lo que hay, los fumareles vuelan en esa zona a esa hora y si quieres capturar ese comportamiento ha de ser con la luz que hay que, por cierto, a mí me pareció mágica.
Respecto al procesado no hay mucho que decir, distintos niveles de recorte, aunque suficientes para una buena impresión en papel, corrección de la temperatura de color (los RAW salen demasiado azulados en esa condiciones, nada que ver con la luz original), reducción de ruido en el fondo y enfoque sobre el ave, modo sRGB y saturación a mí gusto.
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