martes, 12 de febrero de 2013

Luz real

Nikon D300, AFS Nikkor 70-200VR II, a pulso, exposición manual

Hace poco tuve la ocasión de fotografiar a un águila real adiestrada y volando sin pihuelas, tan solo con un radio transmisor que no se aprecia en la foto. Mi intención era conseguir material de referencia para un cuadro que estoy planificando y que, por cierto, no acaba de arrancar. Buscaba conseguir detalles del plumaje, retratos de la cabeza, luces, detalles anatómicos… un poco de inspiración.
Uno no se encuentra todos los días con una ocasión como la que se me presentaba y mi intención era, además de conseguir material de referencia, divertirme todo lo posible. Evidentemente, para un pajarero como yo, el hecho de fotografiar un animal adiestrado hace que se pierda buena parte del encanto pero la experiencia me ha enseñado que cuando menos se espera surge una buena ocasión.
En este caso, no saltó una liebre pero, en un momento dado, el águila se puso a volar sobre un profundo y oscuro valle y en ese momento todo cambió. En décimas de segundo, en mi cerebro saltaron todas las alarmas fotográficas y se puso en marcha esa "maquinaria mental" por la cual los sentidos y los deseos se conjuran para hacerte prever una imagen y que hace que saltes como un resorte. 
Viendo lo que iba a pasar, o mejor dicho, deseando que ocurriera, me coloqué en posición adecuada deseando que “su majestad” se acercara a dónde estábamos y que la ladera actuara como reflector natural para crear una luz de relleno cálida en ese contraluz que se me venía encima. La umbría opuesta, cubierta de vegetación mediterránea, proporcionaba un fondo oscuro para realzar el perfil iluminado del águila y el dramatismo de la escena y, simplemente... ocurrió. Justo cómo estaba imaginando y deseando. Un eterno segundo de luz y color que pude capturar en un puñado de fotogramas. 
Hace unos 20 años, cerca de Alcalá de los Gazules, viví una escena calcada a ésta aunque el protagonista era un azor salvaje que portaba una torcaz que acababa de capturar. Recuerdo como apareció de repente, ignorante de mi presencia, contra un fondo oscuro idéntico, una fantástica luz reflejada y un azor que pasó a tiro de piedra... solo me faltó la cámara, y la destreza/suerte para haber podido capturar con ella la escena.
El otro día me faltó el lado salvaje del águila pero tuve la cámara, tuve la suerte de capturar las imágenes y tuve la suerte de compartir el momento con un buen amigo :-)


3 comentarios:

Ars Natura dijo...

Fantástica. La manera en que afecta la luz a las diferentes partes de la escena es sensacional.

Unknown dijo...

Una luz exquisita bañando un motivo con señorío. La combinación que comentas ( ese fondo y esa luz )hace especialmente atractiva la toma, incluyendo , claro está, la diagonal y la ajustada exposición. Lo curioso es que, generalmente, cuando uno se tropieza con situaciones de luz con calidad, la cámara suele estar en casa.....
Saludos.

Anónimo dijo...

Solo dire una cosa Juan....Guauuuuuuuu!!!