Brazo del Este muy pocas veces me defrauda. Unas veces las aves están realmente cooperativas y permiten buenos acercamientos desde el coche y otras veces simplemente hay una luz tremenda, espléndida, y tan fabulosa que hace que te olvides de aves y hasta de las fotos.
Pude hacer varias buenas imágenes de garza real, incluso un retrato, y muchas, muchas fotos de enormes grupos de moritos. Pero, como sucede algunas veces, la mejor foto no me la traje en la tarjeta de memoria sino en el recuerdo.
La foto de los carrizos es un "lo que pudo ser y no fue" y es que si el tejedor amarillo que posaba en los carrizos me hubiera dado tan sólo unas décimas de segundo más antes de salir volando... Y eso que iba preparado. Con la exposición ajustada para los carrizos con el sol poniéndose y la distancia de enfoque prefijada en el punto adecuado. Concentración al máximo, ojos escrutando el espacio en busca de algún ave que acompañe los magníficos contraluces que durante unos minutos se producen en los cañaverales que jalonan el camino.
De repente lo veo. Un euplectes. No podía ser una especie más bonita. Freno el coche suavemente y, como tantas otras veces he hecho, agarro la cámara, apunto a través de la ventanilla del pasajero, encuadro al ave y corrijo el pequeño desajuste en la distancia de enfoque. En una décima de segundo la imagen se ve nítida en el visor. Disparo... pero el euplectes ha desaparecido.
La próxima vez tengo que ser más rápido pero, al menos, tengo la preciosa luz de los carrizos y el recuerdo de una imagen espectacular.
De todas formas, me gusta el resultado de la foto, incluso sin el ave ya que está llena de texturas y luz, la esencia de la fotografía, y tiene un aspecto casi irreal que me resulta muy agradable.
PD. Los moritos... en la próxima entrega :-)
Pude hacer varias buenas imágenes de garza real, incluso un retrato, y muchas, muchas fotos de enormes grupos de moritos. Pero, como sucede algunas veces, la mejor foto no me la traje en la tarjeta de memoria sino en el recuerdo.
La foto de los carrizos es un "lo que pudo ser y no fue" y es que si el tejedor amarillo que posaba en los carrizos me hubiera dado tan sólo unas décimas de segundo más antes de salir volando... Y eso que iba preparado. Con la exposición ajustada para los carrizos con el sol poniéndose y la distancia de enfoque prefijada en el punto adecuado. Concentración al máximo, ojos escrutando el espacio en busca de algún ave que acompañe los magníficos contraluces que durante unos minutos se producen en los cañaverales que jalonan el camino.
De repente lo veo. Un euplectes. No podía ser una especie más bonita. Freno el coche suavemente y, como tantas otras veces he hecho, agarro la cámara, apunto a través de la ventanilla del pasajero, encuadro al ave y corrijo el pequeño desajuste en la distancia de enfoque. En una décima de segundo la imagen se ve nítida en el visor. Disparo... pero el euplectes ha desaparecido.
La próxima vez tengo que ser más rápido pero, al menos, tengo la preciosa luz de los carrizos y el recuerdo de una imagen espectacular.
De todas formas, me gusta el resultado de la foto, incluso sin el ave ya que está llena de texturas y luz, la esencia de la fotografía, y tiene un aspecto casi irreal que me resulta muy agradable.
PD. Los moritos... en la próxima entrega :-)
2 comentarios:
magnifico colorido, parece de oro! una pasada de verdad
Juan, por suerte o por desgracia, no todo lo que uno ve, se puede reflejar en una imagen en la cámara, si no que hay veces que las mejores se quedan grabadas en tu mente y en tu retina.
De todas formas la foto te ha quedado de lujo compañero.
Un saludo.
Publicar un comentario